Hablemos de la Vigorexia. Se trata de un trastorno propio de una sociedad como la nuestra, en que el culto al cuerpo está a la orden del día, y los gimnasios son cada vez más abundantes.
Pese a no estar incluido en la CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades) ni en el DSM-IV-R (Manual diagnóstico de trastornos mentales Americano, y auténtica “Biblia” de las enfermedades mentales), Pope pautó una serie de criterios para el diagnóstico de la Vigorexia.
Estos criterios son los siguientes:
A) Preocupación con la idea de que el propio cuerpo no es lo suficientemente magro y musculoso. Conductas características asociadas, como largas horas en actividades de levantamiento de pesas y excesiva atención a la dieta.
B) La preocupación es manifestada por al menos dos de los siguientes criterios:
1. El individuo con frecuencia deja de hacer importantes actividades sociales, laborales o recreativas por la necesidad compulsiva de mantener su entrenamiento o su régimen dietético.
2. El individuo evita situaciones donde su cuerpo puede ser expuesto a otros o afronta dichas situaciones con elevado estrés o intensa ansiedad.
3. La preocupación acerca del inadecuado tamaño del cuerpo o sobre el desarrollo muscular provoca estrés clínicamente significativo o perjudica socialmente y/o laboralmente a otras áreas de funcionamiento.
4. El individuo continúa con el entrenamiento, la dieta o el uso de sustancias ergogénicas (para desarrollar y agrandar el cuerpo) obviando el conocimiento de la existencia de consecuencias físicas y psicológicas negativas.
C) El foco principal de la preocupación y de las conductas es el ser demasiado pequeño o inadecuadamente musculoso, distinguiéndose del miedo a ser gordo como en la anorexia nerviosa, o de una principal preocupación sólo con otros aspectos de la apariencia en otras formas del trastorno dismórfico corporal.
El individuo debe cumplir el primer criterio: A, además dos cualesquiera de los expuestos en el apartado B y también el criterio C.
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