Desde la constitución misma de su identidad, en la bisexualidad no hay promesa de exclusividad con alguna de las alternativas que componen el clásico binomio del deseo sexual: hétero-homo. Tal vez sea ésta la razón por la que históricamente se haya castigado a las personas que la practican con una suerte de acusación implícita, bastante cercana a la idea de traición, sobre todo si son las emociones, además del sexo, las que están en juego.
Aquí repasamos cuatro prejuicios que suelen colarse con bastante frecuencia entre las charlas cotidianas, ésas que no son tan políticamente correctas y exhiben las debilidades culturales de una sociedad.
1) Los bisexuales no existen
Es preferible comenzar por el mito más cruel. ¿Qué han hecho los bi para merecer este ninguneo? Se trata del descrédito más directo de la sexualidad bi. Para quienes así lo sostienen, identificarse como bisexual es una mentira que sólo sirve para justificar encuentros con personas del mismo sexo, en la creencia de que ser bisexual es menos “negativo” que ser homosexual. Resumiendo: los bisexuales no existen; existen los homosexuales que no han terminado de asumirse como tales.
2) La bisexualidad es algo temporal
Relacionado con el anterior (pero mejor intencionado), este prejuicio percibe a la bisexualidad como un estadio intermedio entre las prácticas heterosexuales y las homosexuales. Vale decir, la homosexualidad es el destino final del sujeto en cuestión; su bisexualidad es temporal y durará lo que demore la aceptación de su homosexualidad. La bisexualidad sería un proceso que finalizaría con el coming-out, aunque mucho más divertido, me imagino.
3) Los varones bi no existen
Hay quien piensa que los varones sólo pueden orientar su deseo hacia el sexo opuesto o hacia el mismo sexo, pero nunca hacia los dos, por la sencilla razón de que supuestamente somos más sexuales que las mujeres, y ese mismo impulso anularía la dualidad en nuestro deseo. A esta opinión adhiere el periodista Ari Bendersky, especialista en espectáculos y columnista de “The Advocate”: “Para los hombres todo es acerca del sexo, puro instinto animal. Las mujeres, en cambio, son más emotivas y yo creo que sí pueden ser bisexuales. Hay algo más natural en una mujer jugando en ambos bandos. Hay más emoción en cuestión”.
Tal vez sirva como respuesta, el comentario que un hombre bi expresó en algún foro, en cuanto a los diferentes placeres que disfruta de los dos sexos: “Con un chico sé exactamente lo que siente y qué “botones” activar, pero con una mujer hay un fascinante misterio acerca de las sensaciones que está experimentando. Me gustan los dos lados de la experiencia sexual”.
4) Los bi no pueden amar
Quienes afirman esto suelen percibir a los bi como adictos al sexo, incapaces de involucrar sus emociones con otra persona para construir una relación. Al respecto, cito a un hombre que se identifica como bisexual: “He amado y perdido a dos personas. Estuve en una relación monógama gay durante 5 años y más tarde en pareja con una mujer durante 3 años. Actualmente estoy solo y prefiero una relación abierta. Irónicamente, esto es más difícil de conseguir con los chicos gays que con las mujeres hétero”.
Fingida o auténtica, temporal o definitiva, la bisexualidad es practicada por muchas personas en todo el mundo. De hecho, fue a mediados del siglo pasado cuando el Dr. Kinsey publicó su escala para evaluar el historial sexual de una persona o los episodios de su actividad sexual durante un tiempo dado. Definiendo 0 para los comportamientos exclusivamente heterosexuales y 6 para los exclusivamente homosexuales, la mayor parte de los comportamientos estudiados fueron catalogados entre 1 y 5, es decir, comportamientos bisexuales.
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